Vacaciones en Polonia, ¿dónde está el colectivo LGTBIQ? (I)
Mis primeras vacaciones de verano me han llevado a Polonia. En concreto, a Varsovia (la capital), Cracovia (la segunda ciudad más poblada) y al campo de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau. A propósito de este viaje, inicio una serie de artículos sobre la realidad del colectivo LGTBIQ en Polonia. Empecemos por lo que yo he vivido y percibido.
Yo veía el Diario de Patricia. A veces, les invitades eran actores y otras veces, no. Recuerdo unos cuantos casos de programas dedicados a personas que mantenían relaciones de noviazgo por Internet y que acudían al plató a conocerse. Algunas eran gays.
Un porcentaje importante no solo iba a verse en persona, sino que se llevaba la maleta para mudarse con la pareja virtual. Una persona cercana a mí siempre comentaba “¡qué soledades más grandes deben de tener estas personas para dejarlo todo e irse con gente desconocida”.
Independientemente de cuestiones tóxicas vinculadas al amor romántico relacionadas con estos casos (dejarlo todo por un amor), sí, en el colectivo LGTBIQ se vive mucha soledad. Y no, no me refiero a temas relacionados con encontrar pareja estable, sino a la sensación de soledad y aislamiento que produce la ausencia de visibilidad, de referentes, de iguales.
He estado una semana en Polonia y he visto cero visibilidad de diversidad, una pareja no heterosexual (turistas angloparlantes), cero pluma (sé que existen personas del colectivo que no tienen pluma, pero un importante número, sí), cero realidades trans o cero mención a la persecución de homosexuales durante el nazismo y comunismo.
Varsovia, la primera muestra de que el colectivo LGTBIQ en Polonia se esconde
No he viajado a Polonia con ningún prejuicio o, al menos, con ninguno malo. Ciertamente, sabía poco de este país más allá de la Segunda Guerra Mundial, los guetos, la Masacre de Katyn (1940), su anexión a la URSS, sus rascacielos y que cuenta con una población similar a la de España.
Desde el punto de vista monumental, Polonia me ha fascinado. En cuanto a infraestructuras, he visto buenas carreteras, puentes, trenes y tranvías. Más que personas entristecidas, me he encontrado con bastantes bordes, aunque, también, con amabilidad.
Varsovia tiene todo lo que se le exige a una ciudad actual, unos rascacielos impresionantes, un casco histórico reconstruido de cuento y multitud de calles con encanto, así como diferentes tipos de restaurantes (detox, veganos, BBB, de lujo, de fusión…), tiendas de ropa de las marcas más importantes del mundo, buenos hoteles…
No sabía nada de la realidad del colectivo LGTBIQ en Polonia, pero desde el principio comencé a percibir que la situación es muy diferente a la de España.
Me sorprendió no ver parejas por la calle (puede que me cruzara con algunas, pero no daban muestras de serlo), una ausencia total de banderas LGTB (en Madrid no solo hay en Chueca, Malasaña o Lavapiés, también se ven en otros barrios, como Chamberí), no vi pluma ni guiños, aunque fuesen mínimos, al colectivo en publicidad… nada.
Cracovia
Decadente. Esta es la palabra que mejor define Cracovia, una ciudad repleta de preciosos edificios necesitados de algo más que una mano de pintura.
En este sentido y en la presencia de tranvías mucho más antiguos, la bajada de nivel respecto a Varsovia es más que evidente. Eso sí, los monumentos se encuentran en un estado magnífico de conservación y, al igual que en la capital, tanto por las zonas turísticas como por las “buenas”, se percibe una gran seguridad.
Pero, de nuevo, casi nada de visibilidad LGTBIQ (una pareja de personas leídas como hombres. Turistas) y 2 personas con sendas bolsas de un comercio con la bandera LGTB. Nada más.
Tampoco iba con mil ojos ni sacando defectos, simplemente, es algo que se percibe o, más bien, que se echa en falta.
Auschwitz-Birkenau
Mientras recorría Auschwitz, multitud de sensaciones, emociones y reflexiones se amontonaron en mi interior. Sobre todo, me sentía emocionado (de tristeza) por todo lo que ocurrió allí. Es un sitio rodeado de árboles, con mucha hierba, agradable, donde reina el silencio.
Todo está más o menos igual que hace 73 años con la diferencia de que se pueden ver las fotografías de muchas víctimas del campo, sus pertenencias, las zonas de tortura, los barracones de la muerte, de experimentos seudomédicos (por fuera), el pelo que les nazis arrancaban a los cadáveres gaseados para tejer mantas…
Tuvimos una guía fantástica. Muy respetuosa, nos hizo revivir lo que pasaron las víctimas judías, gitanas, de la confesión Testigos de Jehová, enfermas mentales, discapacitadas y las presas políticas/artistas recluides en los campos.
Hasta nos mostró la fotografía de una víctima de nacionalidad española (se calcula que más de 9.000 españoles estuvieron los campos de concentración nazis. Un alto porcentaje, además, acabó allí por ser del bando republicano).
Silencio sobre la persecución al colectivo LGTBIQ
Ocurrió hace nada y mi gran reflexión mientras paseaba y me imaginaba las situaciones que nos describía la guía es “por qué las personas siguen persiguiendo a las minorías”.
Es una frase muy manida, pero cierta, NO HEMOS APRENDIDO NADA. La guía nos dijo que el mundo sabía lo que ocurría, pero no hizo nada. Como ahora, por ejemplo, con Chechenia y sus campos de concentración para gays, en los 90 con las limpiezas étnicas en Yugoslavia o en la guerra eterna de Sudán del Sur.
De vuelta a Auschwitz, solo tengo una queja sobre la guía, no hizo mención a les homosexuales visibles (la inmensa mayoría, hombres. Es muy posible que también hubiera bisexuales) asesinades y perseguides por el nazismo.
Se calcula que fueron ≈ 15.000 les homosexuales visibles (a saber cuántas personas LGTBIQ en el armario fueron perseguidas por otros motivos) enviades a campos de concentración, aunque también, existen fuentes que afirman que el número de homosexuales que murieron en ellos fue 75.000.
Desde luego, la cifra está a años luz de las 6 millones de muertes judías (la mayoría, fruto de asesinatos), pero es considerable (equivale a la población de Ciudad Real, por ejemplo) tanto como para hacer mención a ella.
Sin embargo, no visibilizó a esas víctimas, por lo que para muchas personas esto no ocurrió. ¿Por qué no se dice?
Puede que tenga que ver con la fuerte LGTBIQfobia presente en Polonia en la actualidad y, también, a que las propias asociaciones de víctimas del Holocausto invisibilizaron durante décadas la persecución a las personas del colectivo.
De hecho, hasta 1985, las personas homosexuales no fueron reconocidas como víctimas del nazismo y hasta 2002 el estado alemán no les pidió perdón.
¿Por qué decía antes que no hemos aprendido nada?
Porque la LGTBIQfobia es una realidad en todo el planeta, porque sigue existiendo el racismo, la xenofobia… y porque, debido a la LGTBIQfobia histórica generalizada, las personas gays, bisexuales, lesbianas y trans se borraron de la lista de víctimas “de pleno derecho” y miles y miles de documentos se perdieron para siempre.
En conclusión, un colectivo oprimido discriminó a otro.
¿Qué sucede en materia LGTBIQ en Polonia?
No quiero caer en la falacia de que mi experiencia es la realidad absoluta (después de todo, viajar es pasar por los países de puntillas). Además de mis sentimientos, una pregunta sobrevolaba mi mente esos días, “¿cómo es la vida actual colectivo LGTBIQ en Polonia?”.
Por eso, esta pregunta quedará respondida en el siguiente artículo de esta serie.
Víctor, me parece todo muy bien, y me alegra mucho ver que eres una persona con sensibilidad y compromiso.
Eso sí, lo de los plurales con la terminación “es” tienes que dejarlo, se hace hasta incómodo y anti natural para leer.
O, sea, que todo te parece bien, pero siempre dentro de tus condiciones, ¿no?
Miguel: Si te incomoda, deconstruye. El lenguaje inclusivo siempre es positivo.
Gracias, Víctor, por incluir a gente como yo. Existimos ?
Interesante artículo.