Después de salir del armario: reflexiones y aprendizajes

#MeQueer, acoso, la responsabilidad del opresor y ¡más!

Ya es 13 de diciembre otra vez, el aniversario de mi salida del armario. Estos 4 años han sido los mejores de mi vida: intensos, diferentes, llenos de empoderamiento, verdad, libertad y absoluta realización y reafirmación personal. Después de salir del armario, se cayó la venda que tenía en los ojos sobre la realidad del colectivo LGTBIQ (no todo es que nos podamos casar o adoptar) y otros aspectos vinculados con mi forma de ver el mundo y de ser.

Como ya he dicho en otras ocasiones, después de salir del armario, comencé a pensar por mí mismo y, por eso, cada 13 de diciembre, hago balance de mi último año en forma de aprendizajes. ¿Qué ha deparado mi 4º año D.S.A (después de salir del armario)? Os lo cuento a continuación.

Reflexiones y aprendizajes de mi 4º año como gay visible

El acoso es siempre acoso

Y no me siento cómodo con él, aunque la causa que lo emplee sea buena. Lo vemos a diario, una persona no ha sido todo lo inclusiva que debería de haber sido, no es consciente de sus privilegios y hace de menos la lucha feminista, LGTBIQ, la de las personas racializadas o, directamente, emite un discurso discriminatorio, ofensivo, vejatorio o de llamada al odio.

El desconocimiento o la invisibilidad que provocan los privilegios (inconscientes, normalmente) y la intransigencia de lxs opresores son exasperantes, pero siempre hay que recordar que machacar y faltar al respeto a quién se ha equivocado no es el mejor camino para generar empatía hacia nuestra realidad.

Además, en multitud de ocasiones, cuando se va a por una persona que está equivocada, se la ataca por la vía capacitista, es decir, que se la pone de tonta para arriba. La gente irrespetuosa, inconsciente o ignorante no es tonta, simplemente es lo anterior, iguales a nosotrxs antes de que nuestra dura realidad (y ciertos conocimientos, también) nos diera de bruces con la verdad o las normas que rigen el sistema heteropatriarcal.

Se consigue muy poco acosando, es decir, reproduciendo la misma estrategia que denunciamos, invalidando nuestro discurso contra el bullying. No somos conscientes, pero acosando a lxs equivocadxs estamos mandando un mensaje muy peligroso: existe un bullying bueno y otro malo.

A veces, es difícil establecer el límite entre la denuncia social y el acoso porque hay que informar y ello implica mencionar a lxs implicadxs:

Soy consciente de que algo tenemos que hacer, pero el acoso no es mi vía, no me encuentro cómodo poniendo en práctica un comportamiento que deja graves secuelas. Mi recomendación es acompañar la crítica de pedagogía (como en el hilo anterior), en lugar de atacar la ignorancia como machismo, homofobia, racismo… porque la mayoría de la gente desconoce por qué lo es y el concepto, la palabra como tal no le saca de esa falta de conocimiento.

Por último, he de decir que esto no es una crítica al feminismo ni al activismo LGTBIQ ni a ningún movimiento social positivo. No, esto es una crítica a todxs nosotrxs, en general, a la sociedad, que va a saco a por lxs ignorantes, lxs débiles y que se cree con derecho a acosarles porque el movimiento es bueno.

¿Qué queremos, que nos tengan miedo o que empaticen con nosotrxs y se conciencien? y una pregunta más, ¿cuántxs de nosotrxs nos hemos hecho pro-lxs acosadores que hemos sufrido?

Empatía solo para los opresores, el apunte al punto anterior

Las decepcionantes respuestas a las demandas de respeto

A lo largo de este 4º año de después de salir del armario, siempre me ha ocurrido (imagino que antes también, pero en 2018 he sido consciente) que, cuando trato con gente ajena al colectivo LGTBIQ (personas cis hetero para entendernos), sobre el respeto que pedimos o sobre la importancia del lenguaje inclusivo y consciente (tema maricón, mariconez…), lo que me piden es que nosotrxs, lxs discriminadxs, les tengamos en cuenta a ellxs, a lo que piensan, sienten y dicen, que no nos podemos pasar con el tema del lenguaje…

después de salir del armario experiencias al pedir respeto

No sé a vosotrxs, a mí me parece muy egoísta esta actitud y me enfado porque veo cero empatía y un inmovilismo total. Ellxs se llenan la boca con “qué genial, la sociedad diversa, qué modernxs somos todxs”, pero no, todo les resulta guay, a menos que ellxs tengan que cambiar. Es razonable, ellxs viven así y les cuesta asumir que hacen cosas mal, pero es que insultar sabiendo que se está insultando es muy fuerte.

Me molesta el hecho de que la primera respuesta sea siempre “nos tenéis que comprender”. Y vosotrxs a nosotrxs, ¿cuándo? Pensadlo, les llevamos toda la vida comprendiendo, aguantando, soportando que se crean libres para insultar, ofender, ridiculizar y machacar sin consecuencias. ¿Por qué, cuando se topan con un mensaje de “respétame, por favor”, su gran respuesta es “nos tenéis que comprender” o “hace falta más empatía”?

después de salir del armario experiencias al pedir respeto

Sí, os comprendo, opresores. He crecido en la misma sociedad que vosotrxs y me han llegado mensajes muy similares. Entiendo que no os hayáis enterado de que os educan para dañar sin consecuencias o que no hayáis querido enteraros (la culpa siempre es de otrxs, ¿verdad?). Lo comprendo, pero ¿qué tal si avanzamos un poco más y os dejáis de mirar el ombligo?

Pues, parece ser que esto no es posible porque las respuestas siempre van en la línea de “¡iyo no pienso, yo no creo…”. Cómo decirlo de forma suave, ¡LO QUE TÚ PIENSES DA IGUAL! porque no conoces mi realidad. Deja que te la explique, en lugar de saltar para dar una respuesta que calme tu conciencia.

La reacción es la misma: negación, minimización y “lavado de manos”

“Oh, no, esto se ha utilizado toda la vida” o “esto es solo victimismo” (nota: aunque no se vaya de víctima se es víctima y no es malo serlo. Tenemos demonizado lo de “ir de víctima” y no, no siempre nos limita el sabernos víctimas de algo, sino que nos sitúa).

Mi reflexión al respecto es ¿por qué no se puede cambiar?, ¿por qué la víctima no puede reivindicar que lo que le hace sufrir se cambie?, ¿por qué tiene que comprender todo el rato al privilegiado y opresor (aunque no les guste esta palabra)?, ¿por qué se le recrimina a la víctima que le duela encontrarse con cero comprensión y escucha?

“Mucha gente sale adelante”, otra frase estrella. ¿Acaso alguien, como heterosexual, sale adelante? No, sale adelante como persona que nació pobre, con problemas de salud o que nació mujer (sujeto oprimido).

Y, después de infructuosos intentos por, en estos casos, hacerme comprender, llega el momento definitivo: “te vas a lo personal”. Y no, pero pongo ejemplos personales para, dentro del océano de la discriminación, dar con algo concreto.

Esto no significa que la reivindicación no sea colectiva, puesto que el empleo de lenguaje discriminatorio lleva consigo muchísimo sufrimiento para mucha gente en todo el mundo, además de que provoca que calen muy hondo multitud de ideas, que vamos arraigando y que nos llevan a discriminar y a sufrir.

Un ejemplo: yo, cuando tenía 3 años ya recibía insultos de niñxs de 2 años que me llamaban maricón. A esa edad, ellxs ya sabían que maricón era algo malo, una persona que no juega al fútbol y que tiene más amigas que amigos. ¡Solo 2 años de vida! y ya saben que tienen libertad para señalar y machacar a alguien porque no cumple con lo establecido por la heteronorma y, también, que el calificativo adecuado para ello es el insulto maricón.

Esa palabra nos persigue a las personas leídas como hombres durante nuestra infancia y adolescencia, pero, de repente, 20 o 30 años después de que el acoso comenzase, se produce la magia: “ay no, maricón no es malo, no es insulto, es algo de la lengua, no se puede ser así”, cuando TODA MI VIDA me han estado diciendo maricón como insulto y no solo eso, sino que ha sido una palabra que me ha estigmatizado dentro de un centro escolar.

“No, porque lo tienes que superar porque si tú lo analizas…” Desde luego que lo puedo analizar y superar (de hecho, existen personas LGTBIQ a las que no les importa la palabra maricón y derivados, pero también hay a quien sí le importa y afecta).

Además, da igual que importe a unxs y no a otrxs, es, objetivamente, un insulto y una palabra despectiva, discriminatoria, que quita valor a todo lo que toca: no me gustan estas mariconadas (o mariconeces) significa “no me gustan estas cosas sin valor.”

Por tanto, según esto, lo que se dice y así cala en el subconsciente es que lxs LGTBIQ somos algo sin consistencia, sin importancia a lo que no hay que prestar atención. No estoy resentido por haber hecho el análisis, sino metido en mi realidad y comprometido con el lenguaje, con una sociedad más respetuosa. Tampoco estoy cambiando ni magnificando mi experiencia y la de muchxs otrxs. No, estas cosas no se olvidan.

Siempre, al demandar respeto, me insinúan que actúo desde el rencor y que quiero destruir, que el colectivo quiere imponer. Y NO, no queremos imponer, queremos informar, generar reflexiones y, algo que debería de ser básico, que se tengan en cuenta las demandas de respeto. Pero claro, como somos sinónimo de algo sin importancia ni valor, nuestros sentimientos son de segunda categoría.

“No, no lo estás entendiendo bien, tienes que superarlo, no sé qué”. OK, pero por qué tengo que hacer yo todo el rato el esfuerzo. Ya lo hice para sobrevivir y ahora tengo que hacerlo para que tú, que me has estado ofendiendo toda la vida, puedas seguir haciéndolo porque yo soy un exagerado y porque está en el lenguaje (y con esto queda claro que no es discriminatorio para nada, claro que no).

Conclusión de este tema recurrente en mi 4º año después de salir del armario

Tal vez me equivoque (pista: no), pero si ya sabes que lo que haces ofende y lo sigues haciendo eres ya parte consciente y muy egoísta del problema. Luego se habla mucho de la crisis de valores y ¿esto qué es?

Todo esto viene a demostrar que los avances que disfruta el colectivo LGTBIQ son un poco de mentira. Estamos toleradxs, pero no aceptadxs y ¡que no se nos ocurra reivindicar una posición de persona normativa! ¿Qué nos hemos creído, si ya nos podemos casar y adoptar? No nos pasemos, ya nos han dado un espacio, pero no pidamos que la parte opresora deje de serlo. No, tenemos que ser siempre nosotrxs lxs que nos amoldemos a la opresión.

4 años después de salir del armario: reacción opresores al conocer que sus palabras dañan

“Nooo, pasar por encima de vosotrxs no es discriminación”, parecen querer expresar los cis hetero al enfrentarse a la realidad.

“Supéralo tú”. ¿Qué tal si acabamos con el lenguaje discriminatorio para que nadie más se tenga que ver en la tesitura de superarlo?, ¿qué tal si la parte opresora asume, de una vez, toda su responsabilidad en todo esto? El problema no lo ha creado el colectivo LGTBIQ, sino todo un sistema que no nos considera personas de pleno derecho.

Muchas personas LGTBIQ estamos vivas, viviendo felices nuestra orientación sexual y/o identidades y expresiones de género no normativas, pero no todo el mundo llega hasta aquí. Muchxs se quedan por el camino, víctimas de asesinatos (sí, también ocurren en España), brutales palizas y de suicidios.

Como cantan Within Temptation y Tarja Turunen en Paradise (What About Us?), la rueda del sistema sigue girando, ¿a dónde vamos si las, en ese caso, partes opresoras siguen a su rollo sin asumir su responsabilidad? No, ser LGTBIQ visible no es el paraíso y no nos quejamos por vicio, sino porque es necesario.

Comprendemos el sistema, pero ¿cuándo se nos comprenderá, de verdad, a nosotrxs? Lo que ocurre es que la ofensa está tan normalizada que la petición de respeto se ridiculiza y ataca.

Diferencia e igualdad de derechos

Además de las situaciones descritas en el aprendizaje-reflexión anterior, otro foco de tensión entre el colectivo cis hetero y el LGTBIQ es el Orgullo.

Cuando parece que se ha comprendido el tema de la discriminación, los cis hetero sacan el arma definitiva: “bueno, sí, vale, tendrás razón, pero el Orgullo Gay (decirles que es LGTBIQ suele ir seguido de un “bueno, eso”) no lo puedes defender, eso es un circo. ¿Cómo pretendéis que os tomemos en serio así?”, “si hasta muchos gays están en contra”, “¿no decís que sois iguales?”

Sí, somos iguales a vosotros, somos personas y, por el simple hecho de serlo, merecemos los mismo derechos. Sí, hay miembrxs del colectivo LGTBIQ que se camuflan bien entre el colectivo cishetero porque son así, más normativxs. Otrxs, en cambio, no. Se nos nota a la legua que somos diferentes, pero eso no nos quita porcentaje de humanidad ni de legitimidad para exigir los mismos derechos.

Para que quede claro, lo que queremos es que nuestras diversas maneras de ser, de ver la vida, de vivirla, de vestirnos, de manifestar nuestra orientación sexual, expresión e identidad de género, de hablar… no sean impedimentos para disfrutar de los mismos derechos y consideraciones que el colectivo cis hetero.

Por último, todxs lxs LGTBIQ que están en contra del Orgullo lo que tienen es LGTBIQfobia interiorizada. No son “trofeos” a los que apelar para restarnos credibilidad, sino víctimas de un sistema que provoca que se odien a ellxs mismxs y que crean que “parecerse a los cis hetero” les hace mejores y más válidos, es decir, males menores.

Sobre la cacareada crisis de valores

Como decía, una de las grandes respuestas a “por favor, no utilices el lenguaje discriminatorio” es saltar, directamente, a hablar de la crisis de valores. “Ya no se respeta nada, cómo es la gente, se han perdido las buenas costumbres, nos estamos deshumanizando”… no digo que esto no ocurra ni tampoco niego el fenómeno de la soledad urbana, pero, exactamente, ¿cuáles son los valores que están en crisis?

Muchas veces son las personas católicas creyentes las que se llenan la boca con esto de la crisis de valores y no sé, tal vez me he perdido algo, pero qué parte de “amad a vuestro prójimo como yo os he amado” es compatible con “seguiremos utilizando este lenguaje que os ofende y oprime” o “proponemos quitaros derechos”. Es muy posible que ellxs no hayan caído en la cuenta, pero la desigualdad es incompatible con el amor y el respeto, que hasta donde sé son valores, ¿no?

Además, con estas personas se da la gran paradoja de que tenemos que respetar que sean creyentes (si no lo hacemos, somos unxs sectarixs), pero, en cambio, ellxs no respetan y aquí no pasa nada.

Aparte, estamos en la época de mayor concienciación respecto a las minorías. Aunque esto no nos garantice derechos o ser condideradxs personas de primer nivel, ya es algo muy importante que invalida la crisis de valores que, curiosamente, solo es denunciada por un sector de la población: el que oprime, el que comprueba que sus privilegios van a dejar de serlo para convertirse en derechos para todo el mundo.

Tal vez la cacareada crisis de valores no sea más que la desesperada respuesta de un grupo de personas que ve como, año a año, los nocivos valores judeocristianos, que han servido para provocar sufrimiento y controlar a la población, pierden más y más adeptxs.

El lenguaje inclusivo no es artificial

Desde finales de 2016, todos los artículos de Cultura Diversa se escriben en lenguaje inclusivo, el de poner “x” en lugar de vocal para no invisibilizar a ninguna identidad de género.

Además de en la revista, yo lo empleo en Instagram y mis redes sociales. No lo he inventado yo, pero sí, obviamente, alguien se lo inventó en algún momento, como la lengua que hablamos y las reglas que la rigen. Todo es inventado, por lo que no es inamovible, se puede cambiar.

En multitud de ocasiones, tanto en las redes de Cultura Diversa como en las mías personales, me encuentro con comentarios de gente que afirma que el colectivo LGTBIQ, como élite (¿?), no puede imponer un lenguaje porque el mismo surge de manera natural y eso es lo que recoge la RAE.

lenguaje inclusivo después de salir del armario

El pasado 10 de diciembre acudí como invitado al programa Extraordinarios de M21, la radio del Ayuntamiento de Madrid, para hablar de lenguaje inclusivo. En breve, esta imagen será un vídeo con el contenido de ese programa.

En español, el plural inclusivo es masculino. Esta es la norma, sí, que tiene y arrastra un sesgo machista importante, como tantas y tantas cosas. Cambiarlo por nosotros y nosotras, nosotrxs, nosotres o nosotr@s son solo propuestas basadas en el respeto. No son ningún tipo de imposición, sino una muestra de la sociedad de reconocimiento de la diversidad a la que aspiramos muchxs.

Alguien o alguiénes se lo inventaron en un momento dado, pero esto también es espontáneo, un cambio, unas voces que siempre han estado, que quieren ser vistas y tenidas en cuenta. El lenguaje inclusivo quiere construir, quiere respeto, visibilidad y acabar con la presuposición de identidad binaria de género.

Las víctimas LGTBIQ del Holocausto dan igual

Este julio he conocido Polonia. En concreto, las ciudades de Varsovia y Cracovia y el complejo de campos de concentración y exterminio Auschwitz-Birkenau. Además de echar en falta visibilidad LGTBIQ por las calles de las urbes citadas, me llamó poderosamente la atención que no se hiciera ningún tipo de mención a las víctimas LGTBIQ del nazismo.

No se sabe a ciencia cierta cuántas fueron y, desde luego que la cifra que se maneja se queda lejos de lxs 6 millones de judíxs asesinadxs, pero ¡70.000 homosexuales! (15.000 de ellxs, visibles) es un número demasiado importante como para ignorarlo. No nos engañemos, no es un descuido que se obvien estos asesinatos.

Por la parte del colectivo LGTBIQ, en ningún caso, como a veces se insinúa, se trata de “competir”, eso es absurdo, sino de visibilizar porque ocultar esas muertes, además de provocar que caigan en el peor de los olvidos (el histórico), solo tiene un nombre y es LGTBIQfobia.

Además, algo en lo que es posible que no se haya caído es que cuando las asociaciones de víctimas del Holocausto invisibilizaron y negaron, durante décadas, la persecución e intenciones exterminadoras del nazismo para lxs LGTBIQ, lo que hacían era validar, en un aspecto, el fascismo, es decir, sin darse cuenta, lo blanquearon. ¡Qué sorpresa que el fascismo se siga blanqueando en la actualidad!

En definitiva, resulta muy decepcionante y desolador descubrir hasta qué punto la LGTBIQfobia extiende sus tentáculos. Obviamente, las víctimas LGTBIQ del Holocausto sí importan, pero es muy posible que nunca sepamos la magnitud de su persecución porque otras víctimas se encargaron de negarla.

Por cierto, el segundo artículo prometido sobre la realidad LGTBIQ en Polonia se publicará en 2019.

#MeQueer y dar

El pasado 13 de agosto dio comienzo, de forma espontánea, el movimiento #MeQueer, el equivalente LGTBIQ del #MeToo (feminista, re-lanzado por Alyssa Milano [Phoebe Halliwell de Embrujadas] en octubre de 2017).

Hartmut Schrewe, une escritor alemán, fue la primera persona en emplear este hashtag en Twitter. Lo hizo para denunciar, en público, la tendencia de la gente de referirse a su marido como su amigo. El hashtag se hizo viral y propició que miles de personas LGTBIQ de todo el mundo mostrasen la discriminación que han sufrido y que siguen soportando.

Transcurridos 12 días del tuit de Schrewe, el #MeQueer se viralizó en España de la mano de Rubén Serrano, periodista especializado en cultura y realidad LGTBIQ, que escribió un artículo en el medio Playground sobre este movimiento mundial.

Desde el principio, el #MeQueer me pareció maravilloso para dar a la discriminación la atención que merece, pero no pensé en intervenir. Me decía que ya había hablado demasiado (el vídeo sobre el bullying que sufrí, los diferentes medios en los que aparecí como víctima de una agresión LGTBIQfóbica [en algunos, a cara vista], los aprendizajes sobre mi vida después de salir del armario que publico cada año en Cultura Diversa…).

Y sí, me he mostrado mucho, pero también es cierto que me he callado mucho. Los motivos de ello son diversos, pero el más importante es que odio cuando alguien me da este tipo de feedback súper empático: “¿también te ocurrió eso? Vaya, de todo, deja algo para lxs demás” o “¿tantas cosas?, no sé si creerte.”

Por increíble que parezca, algunas personas acumulamos una serie de experiencias traumáticas de corte similar, muchas de ellas, vinculadas al machismo y su rama LGTBIQfóbica. Considero importante que cale la idea de que cuando las visibilizamos no lo hacemos para llamar la atención ni para generar pena, sino conciencia social.

Además, mi vídeo tiene unas 5000 visualizaciones. Para mí es una cifra bestial, pero la mayoría de la gente ni lo ha visto ni me conoce, por lo que, en ningún caso, sería egocéntrico visibilizar otras experiencias LGTBIQfóbicas que he tenido, tengo y que, hasta cierto punto, tengo asumidas como “normales”. Asimismo, nunca se sabe a quién se puede ayudar con nuestros testimonios.

Así que, me armé de valor y me uní al movimiento #MeQueer:

Desde aquí os animo a que, si queréis participar, lo hagáis. El #MeQueer sigue vivo, aunque ya no sea trending topic, y, entre otros muchos beneficios, empodera:

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